miércoles, 22 de septiembre de 2010

"Les he dicho que se sienten. Siéntense."

Todo empezó con la herida de la frente. Quién se iba a imaginar...
La entrada de hoy se iba a titular en un principio "La taquilla de Jorcano", en referencia al pequeño boquete que se hizo ayer en la frente jugando con una botella de plástico. Hablábamos de taquilla -Javi y yo-, porque a pesar de ser una brecha pequeña, tenía una profundidad considerable, como para guardar algo de material escolar. En fin, esto son exageraciones, pues la herida no era más grande que el incisivo de un conejo, o para entendernos, que el abdomen de una avispa. 
Todo lo que rodea a este pequeño accidente es digno de escribir; de hecho, según nos iban sucediendo las cosas, Javi y yo íbamos pensando cómo lo íbamos a contar en el blog. Pero en medio de nuestro periplo sanitario, un hecho eclipsó a todos los demás, relegándolos a un segundo plano y ganándose -por méritos propios- el protagonismo y el mismísimo título del blog de hoy.

En la recepción de Emergencies for children. 
El caso es que, por razones que explicaremos más adelante, Javi y yo andábamos en busca de un local que reuniera tres requisitos: que dieran comida, que aceptaran tarjeta de crédito, y que tuviera wifi libre. Después de mucho deambular, fuimos a parar al omnipresente Mc Donald's, donde encontramos a uno de los empleados perfectamente metido en su papel de limpiador del recinto. Nos dirigimos a él, y con cortesía británica le preguntamos si había wifi libre en el local. El chico, que estaba agachado para llegar mejor a los bajos de una mesa, aminoró la cadencia del barrido -como si estuviera procesando el mensaje-, y continuó con lo suyo, sin ni siquiera mirar de dónde venían esas palabras. Volvimos a preguntar y esta vez se detuvo, giró la cabeza mientras se incorporaba, y con la mirada perdida nos respondió mecánicamente: "no me pregunten esas cosas. Sigan su camino, fuera de aquí." Nuestro RDPC (Radar Detector de Personajes de los Cuentos) entró en ese momento en efervescencia: todo apuntaba a que estábamos ante un súper-clase. A partir de aquí no podíamos perder detalle, había que ir más allá del uniforme y la gorra para adivinar a quién -o tal vez a qué- nos enfrentábamos.


Se trataba de un joven -cerca de los veinte años, a juzgar por el acné- delgado y pálido. Su delgadez se hacía más patente en su cara, chupada  y de ojos inexpresivos. Sus movimientos eran lentos y algo desacompasados, como si le faltara batería, o las articulaciones estuvieran pidiendo  lubricante. En el momento de hablar, su cuerpo se tensaba como si se estuviera preparando para recibir un chorro de agua fría.

Retrato robot del alienígena en cuerpo de hombre.
Evidentemente, la respuesta del chico no parecía muy congruente con nuestra pregunta. Podía ser fruto de un malentendido, una mala pronunciación, la mezcla de ambas cosas o a saber qué. Así que volvimos a preguntarle, y otra vez volvió a contestar sin mirar a los ojos, con la cabeza ladeada, hablando en voz baja y lentamente: "No me molesten, sigan su camino. No me pregunten esas cosas." Javi y yo nos miramos, pues ahora se nos había activado otro radar que tenemos incorporado, que es el DTC (Detector de Tensión en la Cancha), proceder a Alt + F4 cerrar ventana (o manzanita + Q en Apple). Así que, con un "no problem" como pase de pecho y a modo de despedida, dejamos al individuo y fuimos en busca de alguien más razonable en el mostrador. 

Vamos a jugar, a ver si se nos pasa "el trabe".
Ahí nos atendió un hombrecillo que entendió perfectamente el mensaje, y fue en busca de una tarjeta con unos códigos para la wifi. Unos segundo más tarde, oímos otra vez una voz baja y mecánica detrás de nosotros, a dos palmos de mi oreja. Ahí estaba nuestro personaje, más tenso que un alambre, con su mirada perdida salvo  en algún cruce de los ojos puntual, el gesto apretado, diciéndonos: "Les dije que podían usar su portátil y la wifi libre. Siéntense y usen el portátil." Le respondí que habíamos entendido más bien otra cosa y que ahora nos estábamos aclarando. El chico, ahora más cerca y siempre con la voz baja (como si no quisiera que los demás oyeran la conversación), volvió a la carga: "Les he dicho que se sienten. Siéntense. Les he dicho que pueden usar el portátil y la wifi." La cosa se estaba poniendo fea con el siniestro chico de la gorra. Nuestro RDEH (Radar Detector de Elementos Hostiles) había empezado a dar bocinazos  en nuestro cerebro. Lo bueno es que esta alarma va ligada a un despliegue mental de mapas de documentales, en los que la Naturaleza nos enseña a actuar en virtud del instinto de supervivencia propio y de la manada. 


En este caso, el que acudió a nuestro rescate fue uno sobre leones y hienas: aunque ninguno de los dos tiene por costumbre comerse el uno al otro, la sabana africana es testigo de numerosos "diálogos" entre ambas especies, en los que muchas veces no hay ninguna presa o territorio en disputa. Esa tensión no tiene por qué estallar en zarpazos y dentelladas, basta con darse la vuelta, lanzar algo de tierra con las patas traseras y retomar el propio camino (también llamado retirada). Un gruñido ladeado enseñando un par de caninos también queda muy bien. 

Nuestra isla en las travel agencies, of course!
Así que, siguiendo estas pautas, le pregunté al hombre si tenía algún problema, porque nosotros no: sólo estábamos haciendo una consulta y además no teníamos pensado sentarnos en ese momento. Entonces observamos que el resto del empleados se había percatado del espectáculo que había iniciado su colega. Unos se hacían los locos, y otros nos echaban miradas de complicidad, como si dijeran: "lo siento, has tropezado con Johnny el psicópata"


Total, que lo que empezó siendo una gestión inocente, estaba alcanzando unas cotas de engorilamiento muy considerables. Javi miraba ojoplático a nuestro misterioso personaje, y por lo que contrastamos después, los dos pensábamos que en cualquier momento se le iban a desorbitar los ojos y me iba a madar un zurriagazo, o iba a ir a por la motosierra, o simplemente saldría corriendo a su nave espacial para coger su pistola desintegradora.

Javi, aquí tenemos material para rato. ¡A empezar!
Yo le insistí en que no existía ningún problema, que no estaba hablando mal de él a sus compañeros, y sobre todo, que no nos íbamos a sentar en la maldita mesa por mucho que siguiera con su mensaje: "You just sit down. Sit down there. I told you you could sit down." Finalmente, nos miró y dijo como para sí mismo: "tengo que hacer mi trabajo, tengo que limpiar." Acto seguido, se puso a barrer no se sabe bien qué, con la mirada perdida en los mosaicos del suelo. No sabemos qué mecanismo le hizo salir del bucle, pero vimos que convenía darse la vuelta, y sin lanzar tierra atrás, continuar nuestro camino sin gruñir de lado pero -eso sí- mirando de reojo.

Como adivinarán, el resto de la tarde giró en torno a este suceso. A Javi se le ocurría todo tipo de películas de terror en las que podía participar este personaje, incluso como personaje principal. Lo cierto es que, a pesar de lo absurdo que había sido todo, nos estuvimos riendo bastante. Como dijimos al principio, la tarde no empezó ni terminó con este suceso, sino que ocurrió en medio. El resto nos lo contará Javi dentro de muy poco, que por hoy con esta parrafada ya tenemos más que suficiente. From Ireland we write!

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