jueves, 21 de octubre de 2010

El Johnnie Fox's (dedicado a D. José Luis Marrero).

Pero qué elegantes.
Llegó el día del famoso Johnnie Fox's. A los pocos días de que este blog comenzara su andadura, D. José Luis Marrero había sugerido que dedicáramos una entrada a este pub que tanto echa de menos. Su deseo ha tardado en cumplirse por varios motivos: en primer lugar, porque pasaron muchas semanas hasta que fui por primera vez; en segundo lugar, porque una vez que estuve ahí, las circunstancias no favorecían el acopio de material para el blog. Hoy por fin se han alineado los astros para poder contar en un par de párrafos las excelencias y curiosidades de este pub.

James Joyce conversando con Oscar Wilde.
Son muchas cosas las que hacen de sitio un lugar tan singular. Por un lado, su antigüedad: llevan funcionando desde 1798. Doscientos doce años de historia no está nada mal. El Johnnie's siempre fue una granja, donde animales y personas prácticamente convivían juntos. Hoy, al igual que ayer, ambos siguen conviviendo, pero con las personas sentadas en la mesa y los animales en el plato. Bueno, alguna vez me pareció ver algún animalito empuñando los cubiertos...  

Un buen sitio para viajar por Irlanda.
El recinto está lleno de detalles. Y lo de "lleno" no es un decir, es literal. El horror vacui del Johnnie no viene del estilo Rococó, sino de la acumulación de antigüedades, recuerdos, cosas típicas, recortes de periódicos, pinturas, fotografías y cualquier elemento que se pueda colgar del techo o pegar a la pared. En general todos guardan una o dos cosas en común: que sea tradicional, que tenga un toque de humor, y que sea típicamente irlandés.  Es imposible en un solo día reparar en todos los detalles, o leer todos los cartelitos, advertencias, anuncios, etc. Vamos, ni siquiera se podría hacer en veinte veces que se visitara.    

Siempre haciendo amigos. Marta Casado lo es de ella.
Otra cosa que llama la atención es la distribución interior. Como todo está dentro del cascarón de una granja, el Johnnie tiene diferentes salas y ambientes. El cliente entra y va pasando de habitación en habitación, todas discretamente iluminadas, y con velas que acentúan aún más su sabor campestre y tradicional. Los rincones más encantadores son los que están al calor del hogar de las chimeneas que se reparten por la granja-pub. Comer con el crepitar del fuego es delicioso, aunque tiene su precio: cuando vuelves a casa, la ropa huele a asadero. Sobre las chimeneas llaman la atención las prendas colgadas a la antigua usanza, que se colocaban en una línea para que se secaran. Debemos suponer que si siempre era así, la gente debía de oler a salmón ahumado.

Entre las muchas cosas que tiene a gala el Johnnie Fox's, además de haber acogido bajo su techo a celebridades a lo largo de la historia (como por ejemplo Michael Collins, presidentes de gobierno, el Príncipe Felipe, artistas, deportistas, etc.), presume de ser "the highest pub in Ireland"; vamos, el pub a mayor altura sobre el nivel del mar en Irlanda. Alguno pensará que debe de encontrarse en pleno clima pre-alpino, o que la vegetación de la zona es de alta montaña, y que los animales van con mascarilla por la escasez de oxígeno a esas alturas. No nos engañemos: el pub se encuentra nada más y nada menos que a 280 metros sobre el nivel del mar. Podemos sacar muchas conclusiones a este dato. La primera, que el que no presume de algo es porque no quiere. La segunda, que la población de la isla, cuya altura máxima es 1.038 m, debe de padecer de un vértigo endémico para no apostar por las vistas que brindan las alturas. ¿Quién no disfruta de una cerveza en el Pico de Bandama, en la Cumbre, de camino a La Aldea, o en La Pasadilla City? 


A ver quién encuentra la bobería más grande.
A propósito de este relato sobre el Johnnie, aprovecho para decir que esta tarde me llevé a dos de los nuestros para romper un poco el ritmo de las semanas de clase. Desde Rockbrook el camino es relativamente corto, así que al terminar las clases fuimos tranquilamente a nuestro destino. La salida nos la tomamos como lo que es: una visita cultural en toda regla. Y eso es lo que hicimos: recorrer las habitaciones, leer a diestra y siniestra, hacernos fotos y por supuesto echarnos unas risas. Nuestros personajillos, -Quino y Enrique Díez- disfrutaron bastante. Después de tomarnos un refrigerio para que no nos diera una fatiga en el camino de vuelta, volvimos a Dublín mientras uno y otro me martilleaban y percutían con la conversación atropellada que les caracteriza cada vez que se juntan y quieren contarlo todo a la vez. Exagero un poco. Pero sólo un poco... 


Por cierto, como podrán ver en las fotos, ambos llevaban el pulóver puesto. En el bueno de Quino es algo normal, mientras que en el bueno de Enrique es todo un logro. Me pidió que, por favor, transmitiera este mensaje: "Quiero dedicar este gesto de sensatez a mis padres, que sé que les gustará." Ahí queda eso.


En breve hablaremos de otras pequeñas salidas: las compras con los St. Conleth's boys (Raúl, Manu, Juanma y Ale) en el centro comercial de Johnny el Psicópata, las clases de matemáticas de los St. Olafs' boys (Pancho y Antonio) y las experiencias de Jesús en el Nursery Home, donde volví a estar con él esta mañana. From Ireland we write!!

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