domingo, 10 de octubre de 2010

Cuando se seca el arroyo...

Ni la graja ni la gaviota, que tan amigablemente posan
para nosotros, quisieron aportar anécdotas al blog. 

Ni al coche.
Sabía que un día tenía que ocurrir, y aunque he procurado ir acumulando material (anécdotas, fotos, curiosidades, etc.), debo decir que tal día ha llegado: no tengo nada para el blog. Esperaba la aportación de uno de nuestros muchachos, pero por circunstancias de la vida, ese mail no ha llegado. 
A veces basta una mirada por la ventana para encontrar la inspiración, pero la neblina que se ha instalado hoy en Dublín ha privado a la vista de nitidez y al cerebro de lucidez. ¡Qué bien nos hubiera venido una nueva cagadilla de pájaro en el coche...! Pero nada. 

Esta situación me recuerda a la que vi una vez de pequeño por la tele. Había un programa llamado "El Cuentacuentos". Este hombre, a la luz del hogar y en compañía de su perro, contaba cuentos cuya representación y narración eran una obra de arte. Un día comenzó diciendo que se había quedado sin cuentos que contar, y a colación de este problema, contó el de un cocinero que se quedó sin ingredientes con los que cocinar. Una piedra le sirvió como motivo para inventarse una nueva sopa, y la narración de esta historia le sirvió al Cuentacuentos como cuento para salir al paso. Con esto no quiero decir que con haber escrito ya un par de párrafos haya cumplido con el deber de escribir algo nuevo cada día en el blog, pero al menos nos estamos manteniendo a flote. 

Pensando en darle algo de contenido irlandés a la entrada de hoy, se me ocurrían una serie de menudencias; pero precisamente porque son boberías, a poco nos iba a saber. Una es, por ejemplo, hablar de un hecho asombroso: en Irlanda no se vende colonia. Lo he comprobado y contrastado con muchas tiendas y sus respectivos dependientes. Otra es hablar sobre el fenómeno de la no-servilleta en la mayoría de las casas irlandesas. De la no-ducha ya se han encargado otros de hablar en este mismo foro.

Y como esas hay muchas más. Pero tal vez la que hoy quiero contar es una anécdota simpática que me sucedió este viernes cuando fui a ver a los de St. Conleth's a su colegio. Estuvimos un rato hablando, en la hora del recreo, en una sala para las visitas que poco a poco se ha ido convirtiendo en un trastero. Cuando llegó la hora de marcharnos porque comenzaban de nuevo las clases, me dispuse a salir del edificio. Como sucede en casi todos los colegios de aquí que conozco, hay que apretar un botón para que la puerta de salida se pueda abrir. Así que estando ya frente a esa puerta, aproveché para preguntarle a la secretaria por la hora de salida de los niños del colegio. Me respondió, y cuando daba la conversación por acabada, me señala con el dedo y me dice: "el botón..."  En ese momento me miré la camisa, y vi que los dos últimos botones no estaban abrochados (como suele ser habitual, por otro lado, por aquello de los agobios). Entonces pensé: "claro, en este colegio en el que en general son bastante estrictos con la disciplina y la uniformidad, eso de llevar dos botones desabrochados debe de ser algo cuasi-delictivo". Así que puse cara de "vaya, se me desabrochó el muy rebelde", le pedí disculpas y me lo fui a abrochar. En ese momento la chica se puso roja y me dice rápidamente: "¡no, no, no, si así está muy bien! ¡Me refiero al botón para salir, que lo pulses para que se abra la puerta!" Claro, el dichoso botón -en su acepción de interruptor- estaba detrás de mi, y por eso creía que se refería al de la camisa cuando me señalaba. Luego se estalló a reír -yo también- y ya me marché del colegio. Me parece que el próximo día voy a ir con bufanda. 

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